jueves, 23 de junio de 2016

La absoluta verdad de lo pequeño

Esta foto te parecerá normal y corriente. Pero la verdad es que encierra una historia.


Al principio estaba radiante, llena de flores y hojas de brillante verde. Me daba los buenos días cada mañana y una alegre bienvenida cuando abría la puerta de mi habitación. Pero el precio del desagradecimiento no fue una simple propina... me olvidé de ella. De lo presumida y delicada que era (bueno, no esa clase de delicadeza que si te olvidas de regarla una vez muere en un retorno imposible). De que necesitaba vida para vivir, un mínimo de atención. Sé que de vez en cuando alguien la cuidaba por mí. Pero cuando me di cuenta estaba triste, gris, seca, sin flores. Lo que podría llamarse una planta moribunda. 



Y, pese a ello, solo hizo falta un poco de agua, un poco de luz, un poco de cariño para que una de sus pequeñas flores empezara a sonreír.



(Espero que entiendas que no hablo solo de flores...
es la absoluta verdad de lo importante)



sábado, 16 de abril de 2016

[Tristeza]



La lluvia me inunda gris, cae sin arcoíris, con paraguas, sin compás. El violín de siempre rebosa melancolía. Es palpable, tan real… aparece, sin previo aviso, colándose poco a poco en esos huecos que tengo abiertos por dentro. Grietas traicioneras, puertas que chirrían. Recorrer el camino que se abre lleno de surcos, trazos de los pies al arrastrarse. Sueño que se espesa, nube negra que se expande. Girasol solo, seco, agazapado en un día oscuro. Parece que todos los soles se han apagado.



Para Roberto, Alejandra, Ester, Judit, Elisa, 
Edoardo, Laura, Maite y Bea
Danza y Creación'16

domingo, 13 de marzo de 2016

Respirar

Respiré una canción desesperada,
la ahogué sin pretensión de decir nada.
Ni el aliento con sabor a melodías,
ni el dolor de quedarte a medias tintas.

Respiré sin encontrar una balada
que pusiera fin a la ambición desconsolada,
de querer acabar con la injusticia
de no encontrar algo de paz en tu sonrisa.

Respiré todo tu juego de palabras
que rebotan sin rumbo en esta sala.
Sin opción a que crezca su semilla...
sin sueños ni color en esta vida.

Respiré tu silencio y tu esperanza
tu esfuerzo, tu paciencia y tu mirada...
que se funde como el mar a mediodía,
o el universo y su infinito sin prisas.

Respiré, respiré, respiré
llenando los rincones de tu ayer.
Respiré, respiré, respiré
sin fuerza, sin alturas, sin poder.



domingo, 28 de febrero de 2016

Cuestión de besos

Te pedí el beso que se posaba suavemente en mi mejilla. Sincero, lleno de vida, ligero. Recibí otros muchos que no hizo falta sugerir. Todos acordes contigo, concordes con tu mundo, que se cruzaba en cada uno de esos momentos con el mío. Besos. En cuestión de tiempo se hicieron más distantes pero más certeros. Tus manos ya no me abrazaban, como el beso del puerto. Tú en el barco, yo en el muelle. Mientras el mar nos separaba contratamos al aire como mensajero, mientras nuestras manos impulsaban los besos que salían -como si fueran pompas de jabón- del aliento de nuestros fríos labios. Después del viento, nuestros aliados fueron las pantallas de dos teléfonos. Besos. Aunque no hacía falta pedirlos, ninguno como aquel primero. Después fueron perdiendo su valor... automáticos, sin acercamiento. Los besos se transformaron en gestos. Siempre estaban, camuflados o despiertos. Besos. Cuestión de tiempo... hasta tu último momento. Ahora me acarician la mejilla y los valoro como lo único verdadero que me queda de ti. Ya no volveré a ver los labios de los que salieron. Sin embargo sé que flotan en el aire los besos que me lanzaste en aquel puerto. Por eso me acerco siempre que puedo, para que me encuentren y se posen suavemente sobre la piel para la que nacieron. Y no, no tengo miedo de que se agoten... desde que me confesaste que son infinitos en el tiempo.

Resulta que ya nada es cuestión de tiempo. Simplemente, es cuestión de besos. 

miércoles, 6 de enero de 2016

Nuestra tímida estrellita

É
rase una vez, una estrellita que brillaba en el cielo. Era pequeñita y muy vergonzosa. Tan tímida que cuando la mirabas fijamente en la oscura noche, enseguida desaparecía.

La pequeña estrella era muy dormilona y solo se despertaba en días tan especiales como hoy. De hecho, a nuestra estrellita no la conseguía levantar el despertador, ni la luz del Sol, ni la más fuerte de las alarmas… ¿Quieren saber cómo se despertó? Fue gracias a un dulce y suave beso. Porque uno de los tres Reyes Magos, mientras terminaban su trabajo por aquí, se acercó a su casa y la encontró –como siempre- durmiendo.

Pero no nos confundamos: la estrellita no dormía para que los tres Sabios de Oriente pudieran venir esta noche, no. Dormía porque creía que hoy no vería nada distinto a otros años. Creía que se lo sabía todo. Había visto millones de veces cómo los más pequeños despertaban corriendo a sus padres por la mañana, cuando aún era temprano. Había visto los rostros brillantes de los niños -y los no tan niños- jugando con sus nuevos regalos. Incluso había probado algunos desayunos que surgían de hacer cola en las churrerías… y de los calderos gigantes engordados con chocolate. Siempre era igual: tres vasos vacíos por la mañana, alguna zanahoria mordisqueada y babada por camellos, muchos caramelos y papel de regalo.

Es verdad que en sus primeros 10 años, esperaba con ansias que llegara el 6 de enero; es verdad que a los 50 años, le seguía encantando asomarse por una esquinita de la ventana del salón. Pero como la estrella tiene decenas, cientos y miles de años, es verdad que ya no le hacía ninguna ilusión el día de Reyes, prefería seguir durmiendo un par de meses más.

Y como el Rey Mago que había entrado en su casa era muy muy sabio, sabía cuál era el mejor regalo para ella. Así que decidió despertarla con un beso mágico, de esos que a los Reyes les encanta darnos mientras dormimos.

La estrella abrió un ojo y luego otro, y aunque al principio se enfadó un poco con el Rey Mago por haberla despertado, luego se puso triste y desilusionada cuando se dio cuenta qué día era. A pesar de todo, el Rey Mago le susurró unas palabras al oído y acto seguido, montando sobre el camello, se marchó con sus otros dos amigos a continuar su trabajo.
Siguiendo las instrucciones del Rey Mago, la estrella, mientras amanecía, fue saltando de casa en casa, escuchando algunos ronquidos, los nervios de los niños y algunos pajaritos empezando a despertarse.

Hasta que, cansada de saltar tanto, la estrella se sentó en lo alto de esa montaña. Mientras contemplaba el paisaje, le llamó la atención una cosa: había una casa, justo delante de ella, que de su interior salía un brillo especial. Muerta de curiosidad, se acercó en silencio a ver qué sucedía.

La estrella se sorprendió mucho de ver  con sus propios ojos a mucha, mucha gente que se encontraba en medio de otras estrellas que –aunque no se alejaban de ellos ni un solo día- hoy brillaban con muchísima más intensidad. Las estrellas que acompañaban a aquella familia brillaban de alegría, brillaban de cariño, brillaban de amor. Brillaban felices de ver felices a tanta gente querida junta.

Nuestra tímida estrellita se acercó un poco más y, llena de intriga, le preguntó a las otras porqué la magia de aquella familia no se había apagado con el tiempo.  

Muy sencillo -le contestaron- es porque la magia del amor es siempre nueva, si se cuida bien nunca se apaga. Ven, asómate y míralo por ti misma.

Y así la pequeña estrella descubrió cómo aquella familia se quería y cómo luchaba por que todos tuvieran un hueco. Miró uno por uno y en todos vio la misma chispita que vibraba con fuerza. Y entre sus recuerdos comprobó que aunque todos los 6 de enero tenían la ayuda de los Magos de Oriente, todos juntos conseguían que cualquier otro día se pudiera volver mágico.

¿Y saben qué? La estrella ya no estaba ni triste ni desilusionada. Es más, había encontrado el regalo que el mago le había hecho: le había devuelto la ilusión y había descubierto la magia del amor.

Pero, además, veía a las otras estrellas rebosantes de afecto, cuidando a cada una de las personas de aquella casa. Y ella quiso hacer lo mismo. Decidió que en vez de dormir, se dedicaría a cuidar a muchas personas, a transmitirles todo lo que, por fin, había descubierto aquel día.


Y en señal de gratitud, la pequeña y tímida estrellita que brillaba en el cielo -antes de dirigirse hacia un nuevo destino- dejó en aquella casa un regalo hecho con su propio brillo, para que nunca se les olvidara cuidar y expandir esa luz que juntos hacían brillar. 



jueves, 24 de diciembre de 2015

Con sencillez

No es un remolino de cambio y dramatismo, ni la abismal sorpresa que viene con luces y brillos.
No es un gran hallazgo nunca visto ni tiene que ver con una sonrisa atornillada sin sentimientos a la piel. 
Aunque en verdad sí que es algo grande, enorme, gigante... pero solo si lo sabes ver. Y no lo camufles, por favor. Porque la verdad distorsionada empieza a tener tintes de mentira. 

Solo tiene un sabor, dulce como la miel.
No tiene precio, porque está al alcance de todos pero no hay dinero en el mundo para abarcarlo.

Lo que celebramos es algo así como el momento mágico en el que la mariposa sale de su crisálida, o toda la vida que esconde el humilde vuelo de una abeja
Así que, por favor, con sencillez ahonda un poco más y alégrate... porque tenemos mucho que celebrar.

                                                                                 
Feliz Navidad


viernes, 11 de diciembre de 2015

Simplemente...



Quiero fundirme en un mar de abrazos,
en una danza eterna,
en un amanecer susurrado.
Quiero bucear por tu mirar profundo,
por tu sonrisa inquieta,
por la voz de tu embrujo.
Quiero suspenderme en el tiempo,
en la verdad de la esencia,
en el cariño del beso.
Quiero vivir con los cinco sentidos,
con la presencia dispuesta
y respirar a tu ritmo.